En la quinta de Temperley
"El reloj suspendido del muro dio cinco campanadas. Erdosain comprendió que no podía perder más tiempo, y exclamó:
–Perdone que lo interrumpa. He venido para un asunto grave. ¿Tiene usted seiscientos pesos?
–El Astrólogo dejó su puntero y se cruzó de brazos:
–¿Qué es lo que le pasa a usted?
–Si mañana no repongo seiscientos pesos en la Azucarera, me pondrán preso.
Los dos hombres miraron curiosamente a Erdosain. Debía sufrir mucho para haber lanzado así su pedido. Erdosain continuó:
–Es preciso que usted me ayude. He defraudado en unos cuantos meses seiscientos pesos. Me denunciaron en un anónimo. Si no repongo el dinero mañana, me pondrán preso.
–¿Y cómo es que usted robo ese dinero?...
–Así, despacio...
El Astrólogo se acariciaba la barba preocupado.
–¿Cómo ha ocurrido eso?
Erdosain tuvo que explicarse nuevamente. Los comerciantes, al recibir la mercadería, firmaban un vale en el que reconocían deber el importe de lo adquirido. Erdosain, en compañía de otros dos cobradores, recibía cada fin de mes los vales que tenía que hacer efectivos durante los treinta días restantes. Los recibos que éstos decían no haber cobrado quedaban en su poder hasta que los comerciantes se resolvían a cancelar la deuda. Y Erdosain continuó:
–Fíjense que la negligencia del cajero era tal, que nunca controló los vales que nosotros decíamos no haber cobrado, de manera que a una cuenta hecha efectiva y malversada le dábamos entrada en la plantilla de cobranza con el dinero que provenía de una cuenta que cobrábamos después. ¿Se dan cuenta?
Erdosain era el vértice de aquel triángulo que formaban los tres hombres sentados. El RufiánMelancólico y el Astrólogo se miraban de vez en cuando. Haffner sacudía la ceniza de su cigarrillo, y luego, con una ceja más levantada que la otra, continuaba examinando de pies a cabeza a Erdosain. Al fin terminó por hacerle esta extraña pregunta:
–¿Y encontraba alguna satisfacción en robar?...
–No, ninguna...
–Y entonces, ¿cómo anda con los botines rotos?...
–Es que ganaba muy poco.
–Pero ¿y lo que robaba?
–Nunca se me ocurrió comprarme botines con esa plata."
Roberto Arlt, Los Siete Locos, 1929
3 Comments:
genial.
Pensar que ahora el rufián melancólico se daría con un rivotril y le arruinaría todo el laburo a Arlt. Que país...
Muy bueno el laburo para el Bicentenario en el Palais de Glace!
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